SINOPSIS

SINOPSIS

Ángel, Mario y Miguel son tres jóvenes veinteañeros que buscan vías de escape a la realidad que se les presenta diariamente en la ciudad de Alicante (España). Un trabajo como drag queen en un local de ambiente, los excesos con el alcohol o la infidelidad pactada en una pareja poco convencional, junto a las salidas nocturnas y el uso de las redes sociales, constituyen algunas de las herramientas de evasión de los tres protagonistas.


Lee aquí el primer capítulo.



viernes, 3 de mayo de 2013

Capítulo 1 #Agregados a la otra realidad



Me resulta una experiencia excitante escuchar canciones trance del estilo de Armin Van Buuren con voces hipnóticas y desfilar cual Naomi Campbell por el pasillo de mi casa al tiempo que mi conciencia se evade.
Sé andar cruzando las piernas con mis tacones imaginarios de palmo y medio. O eso me digo. Punta y tacón. Punta y tacón. Recojo premios y doy “speeches” de agradecimiento en perfecto inglés, francés o el idioma que se tercie en el país en el que me encuentre en ese momento de ensoñación. Por supuesto, concedo entrevistas. Porque eso hacen las estrellas, ¿no?
«¿Será una señal de frustración?», me pregunto a veces. No deja de ser una fantasía esporádica, solo que, en lugar de tener índole sexual, en mi fantasía flirteo con la fama, y como sucede en ocasiones con las primeras, no siento la necesidad de hacerla realidad. Y es placentera. Me permite exorcizar todos mis demonios de manera temporal. Algo de prohibido o nocivo tendrá. ¿Indicará algún desorden mental? Ahora no me lo planteo. La melodía se apodera de mí, me impide pensar.
En el perímetro de mi vivienda, o más bien de mi habitación, soy famoso, pero que muy famoso. ¿Talento? Ninguno, no tengo ni la menor idea de qué actividad podría desempeñar en este mundo de espectáculo que me he creado. Supongo que no es más que un pequeño matiz, así que no reparo en él. Estoy demasiado ocupado recogiendo Oscars, Grammys y demás estatuillas.
La música sigue sonando. Debo estar flotando. Y vuelvo a recorrer mi habitáculo. Ya van varias veces y, como sucede con el Barco a Venus de Mecano, todo ocurre sin salir de mi cuarto.
Ahora dirijo la atención a la pared donde se apoya el cabecero de la cama. Sí, justo ahí donde deberían agolparse hileras y más hileras de personalidades, medios de comunicación, fans y demás, todos con la mirada puesta en mí. Creo que voy a sacarme yo mismo unas cuantas fotos con la cámara que guardo con recelo en mi mesita de noche. Es un buen momento. Esbozo una sonrisa triunfadora. Ahora un guiño. Unos morritos. Esta me ha quedado bien. Con suerte y un poco de Instagram puede que quede mona y la pueda subir a mi perfil de Facebook cuando vuelva a la Tierra. Esta canción no me inspira. Mejor la paso. Este es un temazo. Que suene más alto. Vuelta y vuelta. Creo que el desfile va a terminar de un momento a otro, al menos por hoy.
Si me estuvieras mirando me sentiría ridículo. Muy ridículo. Pero en esta, mi pasarela oculta, nadie me observa. Y este-esta-esto también soy yo.
            (Extracto del diario íntimo de Ángel)


Es miércoles y son las ocho de una calurosa tarde de junio. Aparentemente, una tarde como las demás. Pero no, esta será diferente: hoy España juega su semifinal de la Eurocopa de fútbol contra… ¿Portugal? Ángel no está del todo seguro de cuál vaya a ser el equipo oponente. Lo que sí anticipa es que no se tumbará en el sofá a ver susodicho partido. Solo en su casa, ha previsto un plan alternativo con el que dar plantón a la selección.
Ángel detesta los convencionalismos y, por ende, la sola idea de tener que hacer las cosas porque sí, porque los demás lo hacen, porque toca hacerlo, le aterroriza. En su caso, el hecho de sentarse frente a una pantalla de televisión, con el verde césped como color predominante, durante algo más de noventa minutos —y eso si el encuentro no se prorroga—, le haría sentirse como un triste borreguito siguiendo a su rebaño.
Con o sin selección de por medio, el fútbol o cualquier otro deporte le aburre soberanamente. Aun a sabiendas de lo políticamente incorrecto que pueda sonar, le llega a molestar, y así lo ha expresado abiertamente en más de una ocasión, el abusivo empleo que de la primera persona del plural hacen los medios de comunicación y el público en general, en el transcurso de tales campeonatos: «Hemos hecho historia», «Somos campeones» o «La victoria es nuestra» suelen rezar algunos de sus titulares. Curiosamente, la orgullosa primera persona deja automáticamente de serlo para convertirse en una comedida y lejana tercera —«La Selección Española perdió por goleada»— en cuanto se produce un resultado desfavorable.
Ni que decir tiene que estos días Ángel tiembla solo de pensar en la celebración, en un mes escaso, de los Juegos Olímpicos de Londres. Y es que el hecho de verlos, aunque sea de soslayo, le obligará a examinar su propia condición física, que no atraviesa su mejor momento: tanta fiesta nocturna, que en ocasiones muta inconscientemente a diurna, empieza a pasarle factura. Ángel no puede evitar preguntarse cómo pueden los fororos del deporte rey disfrutar viendo un partido tras otro, admirando la cualidad física de sus atléticos jugadores, con sus carreras vertiginosas y sus ágiles pases de balón, mientras beben una y otra cerveza engrosando sus incipientes barrigas y sin plantearse en modo alguno abandonar su condición de espectadores para iniciar algún tipo de actividad deportiva.       Dejando el deporte aparte, el hecho de autogenerarse grandes expectativas en fechas o ante eventos señalados no forma parte de la personalidad de Ángel: Nochevieja, la reciente noche de la Cremà de las Hogueras —que tuvo lugar la noche de San Juan, durante las fiestas locales de Alicante, donde reside— o Carnavales son ejemplos de festividades que prefiere tomarse como un día más en el calendario. No se considera un agorero aguafiestas, pero la experiencia le dice que albergar dichas expectativas en tales datas de jolgorio y goce globalizado no le suele reportar más que decepciones ante el hecho de verlas incumplidas. De ahí que no suela mostrarse muy predispuesto o participativo ante supuestos acontecimientos. Aferrado a su carpe diem, confía esperanzado que algo extraordinario acontezca en un día cualquiera, en el momento más inesperado.
Tras sentarse frente a su ordenador y abrir su navegador, descubre con sorpresa que Lana del Rey, cantante neoyorquina de recién éxito y en la cual Ángel ha encontrado, tras su revelación, una vía de escape musicalmente hablando, ha estrenado en su canal de YouTube su nuevo vídeo National Anthem. Ángel se deleita, embelesado, viendo a la pelirroja Jackie Onassisada darse arrumacos con un jovencito musculoso y de muy buen ver que hace las veces de un Kennedy de color al que, inicialmente, la cantante dedica un Happy Birthday cual Marilyn Monroe. Tras un sinfín de artísticas imágenes de la pareja y de tiernas escenas de índole familiar y, recreando los hechos históricos, su amado es tiroteado ante la mirada aterrorizada de Lana. Money is the reason of success, so put on mascara and your party dress.
A este lujo audiovisual le seguirá una placentera sesión de cuidado corporal. En primer lugar, recortará sus largos y ya algo descuidados cabellos, actividad que lleva a cabo cada vez que se descubre a sí mismo con ganas de marcarse un comienzo, un cambio por pequeño que sea, en el rumbo de su vida, lo cual no siempre es viable dado que implicaría reinventarse mensualmente, o cada dos meses cuando menos. En la medida de lo posible, trata de hacerlo coincidir con un momento en el que se reconozca envuelto en un halo de vibraciones positivas, tal y como se percibe ahora mismo. Positivo. Este fin de semana viajará a Madrid junto a sus amigos para celebrar el Orgullo Gay y quiere abrazarlo con plenitud, empezando con un look con el que se sienta a gusto, renovado. Algo minimalista, como lo llaman algunos de sus amigos, l@s modern@s. Quizá mínimo sería el término más preciso, pues planea rasurarse el pelo al cero. Al factor estético se une también un motivo meramente práctico: sabe perfectamente que, sin la maraña de cabello que puebla su cabeza en estos momentos, le será mucho más sencillo colocarse una peluca en sus próximas actuaciones. Sí, he dicho bien, una peluca. Ángel trabaja como drag queen en sus ratos libres, si bien sería más adecuado indicar que lo hace en cuanto contratan sus servicios, que no son todas las ocasiones que él desearía.
Principalmente, actúa los viernes y sábados en Luna Nueva, un pub de ambiente ubicado en el Barrio, en pleno centro de Alicante y que lleva en pie varias décadas, algo fuera de lo común para este tipo de garitos que van y vienen, temporada tras temporada. Asimismo, ofrece su espectáculo de animación para despedidas de solter@ y, ocasionalmente, actúa en diversos pubs y discotecas de la provincia. 
Su álter ego —su personaje drag— responde al nombre de LaNunox. Ni él mismo recuerda el motivo que propició su elección, pero debe resultar bastante pegadizo, pues vaya o no caracterizado como tal, para la mayoría de aquellos que lo conocen él es y siempre será, no Ángel, sino LaNunox.
Una vez interpretada y algo sobreactuada frente al espejo la filmográfica escena de Demi Moore en La teniente O’Neil, Ángel toma una ducha rápida para eliminar los restos de pelo que restan posados en su blanquecina piel. La sensación es muy agradable. Mojado bajo el agua, siente un leve renacimiento viéndose desprendido definitivamente de sus ya muertos cabellos, que son eliminados por el desagüe. Es momento de darse un relajante baño caliente con espuma.
Las paredes de su viejo piso de alquiler son de cartón piedra y le resulta difícil desconectar por completo del mundanal ruido del vecindario. Por ello, reproduce a todo volumen la música de su álbum favorito del momento, el Born to die de Lana del Rey. Escribo álbum en sentido figurado, pues lo cierto es que ya hace años que no compra un mísero CD. La cultura del todo gratis está a la orden del día y Ángel no vive ajeno a ella. Mientras pueda descargarlo, para qué comprarlo. Eso mismo: mientras pueda. Para autojustificarse, se repite a sí mismo que la consecución de su sueño de triunfar en el mundo del espectáculo necesitará de todos sus ahorros, siendo bienvenida cualquier evasión del gasto en su pequeña economía.
Ángel ya no es aquel mozalbete que con 18 años, bastantes miedos pero mucha ilusión, abandonó su pueblo, Villena, y con ello a su familia y conocidos —pocos amigos dejó allí, siendo francos— para probar suerte en la capital de provincia dentro del mundo de la farándula. Su deseo de conseguir hacerse un hueco como travesti, animador o artista-de-la-pista va menguando inexorablemente, despacio, pero sin pausa. Y es que Alicante no le ha brindado apenas oportunidades. Su público objetivo, esto es, el colectivo LGTB de la ciudad, tampoco da para tanto. Quizá le falte el poder de la determinación necesario para dejarlo todo y empezar de cero en una ciudad más grande, como Madrid o Barcelona, pero tampoco las tiene todas consigo de que allí pudiera irle mejor de lo que le va en la actualidad. Puede que alberguen una mayor concentración de locales donde actuar y darse a conocer, pero seguramente también contarán con una mayor competencia.
Los momentos de bajón por su precaria situación laboral no le abandonan, pero este no será uno de ellos. Mientras se sumerge en las aguas templadas del pequeño océano artificial que se ha creado, queda embriagado por la voz lánguida y deprimida de Lana, que flota en la atmósfera húmeda de su reducido cuarto de baño invitándole a soñar. No puede evitar pensar en Mario, uno de sus mejores amigos en la actualidad, y con quien compartió algo más que amistad unos meses atrás. «¿Qué estará haciendo? Tampoco es que sea un gran forofo futbolero, pero supongo que tratándose de una ocasión especial como esta, lo estará viendo. ¿Estará en la cama con otro? Tampoco se puede decir que Mario pierda mucho el tiempo…»       
El partido debe haber empezado así que, en caso de que la selección española marque gol, será plenamente consciente por los gritos de algún vecino. La cafetería de la esquina también se complacerá en ir facilitándole el resultado puntualmente, pues la gigantesca pantalla de plasma instalada recientemente en el exterior del local reúne, como el mejor de los predicadores, a aficionados y curiosos que, obnubilados, la contemplan cómodamente desde la terraza plantificada en la acera, al tiempo que se refrescan con sus cervezas y disfrutan de su vicio humeante. «¡Maldita ley antitabaco! Ya podrían quedarse todos dentro del local», piensa. Consciente de las ventajas de dicha ley, reniega de ella cuando egoístamente repara en su propio interés, puesto que amén del alboroto que se suele formar bajo de su casa, molesto especialmente durante la noche, es un hecho fehaciente que la prohibición de fumar en recintos cerrados mengua el público de Luna Nueva que, en lugar de presenciar atentamente los monólogos de LaNunox o bailar al ritmo de sus actuaciones, opta por abandonar la sala aleatoriamente durante la noche con idea de fumar y alternar con otros fumadores en las inmediaciones del local.
Veinte minutos después, Ángel sale del baño, relajado. Se encuentra calmado, ajeno al mundo. La sensación de paz le dura un par de minutos, el espacio de tiempo que tarda en colocarse unos cómodos slips de rayas de colores y calzarse unas chancletas. En ese preciso instante, recibe una punzada en su cabeza. Algo le mueve a no bajar la guardia: su intensa vida virtual reclama su atención. Como cada fin de semana, LaNunox promociona sus actuaciones «en riguroso playback» periódicamente en su perfil social de personaje público. Como es de esperar, Ángel dispone de dos perfiles bien diferenciados con los que separa perfectamente realidad y ficción, al menos virtualmente. El primero retrata a un joven de 25 años con ilusiones varias, que trata de sobrevivir encadenando trabajos «en lo que surge», que disfruta de hobbies variados, sale de fiesta con amigos, toma el sol en la playa y se enamora como los demás —o lo intenta. El segundo inmortaliza a una transformista mordaz con ganas de comerse el mundo y que anima a los presentes en fiestas de lo más variopinto, ataviada con surrealistas conjuntos para cuya confección debe echar rienda suelta a su inagotable imaginación —pues el presupuesto del que dispone se halla más que limitado— subida en plataformas que le hacen rozar puntualmente los dos metros de altura para, como afirma ella, vivir algo más cerca del cielo en cada performance. Dos vidas paralelas.
En el día a día, y estando a solas en su piso, le es más difícil separar ambos personajes y, si bien Ángel no se pasea por su piso con pestañas postizas en los ojos y con una boa de plumas de colores chillones colgada por los hombros, sí que prepara concienzudamente sus cómicos soliloquios y ensaya con entusiasmo sus eclécticas actuaciones musicales, especialmente cuando se acerca el fin de semana.
Antes de pegar bocado alguno, se obliga a dar un rápido repaso a sus perfiles de Facebook y Tuenti, a su Twitter, a su correo y a las cinco páginas web en las que tiene alojado un perfil en búsqueda de una pareja estable o, si se tercia, de un revolcón con algún atractivo desconocido. Tras esto, chequeará sus dos móviles —uno personal y otro laboral: LaNunox cuenta con una ajetreada vida social— y revisará los avisos de Whatsapp, Grindr y Bender, siendo estas últimas dos aplicaciones para contactar con gays que se encuentren en un radio cercano. Exposición total en el ciberespacio.
Frecuentemente, se siente esclavo de las nuevas tecnologías y se reconoce patético por depender de ellas, aunque advierte también que su existencia lo sería todavía mucho más en su ausencia. ¿Qué sentido tendría vivir cada instante intensamente si no pudiera dar fe a posteriori en una red social? Para Ángel —y especialmente para LaNunox— cada “me gusta” en alguna de sus publicaciones en las redes sociales le infunde un aliento de vida. Es lamentable y lo sabe, pero ansía recibir comentarios, buenos o malos. Poco importa, mientras se hable de uno. Y otro “me gusta”. Le gusta. Cuantos más, mejor. Ahora no tiene nuevas notificaciones. La presencia prolongada del color azul en la cabecera de su perfil en Facebook, sin un solo destello rojizo y con la consecuente ausencia de nuevos avisos, le llega a provocar angustia. Desconsolado, vuelve a darle a Inicio. Todo sigue azul. Azul, más azul.
Se levanta de la silla. Vacío. Tiene hambre. Nada ha cambiado. Tiene la impresión de haber malgastado una hora su vida. «Otros la habrán perdido frente al televisor, viendo el dichoso partido de fútbol o, lo que es peor, alguna reposición de algún programa o serie en alguna otra cadena» se dice a sí mismo para autoconvencerse, aun sabiendo que su alianza con el socorrido pensamiento de “mal de muchos, consuelo de tontos” no se le antoja en absoluto una buena idea.
Es curioso, todavía no ha escuchado un solo grito vitoreando el ansiado gol. Al final terminará reconociendo que no puede evitar sentir cierta curiosidad por el resultado de la selección. Qué más da. Seguro que España acabará ganando. ¿O no?
Efectivamente. La selección española ganó. Y tanto que ganó. Ángel fue muy consciente de la victoria nacional cuando trató de dormirse y le fue imposible conciliar el sueño durante algo más de una sempiterna y ruidosa hora plagada de bocinas, petardos, traca y demás algarabía.
Concilió el sueño recordándose que hay ciertas cosas de las que uno, por más que lo intente, no puede escapar.

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